30 de enero de 2017

Antidoto

Una canción posee el vigor de un abrazo.
Una caricia que te arropa.
Un recordatorio de algo que fue.
Las melodías deben ser libres y libre el comunicador. ¡Valiosas joyas, como perfume sonoro a tus orejas!
La musicalidad que envuelve tu vida es un manto hermoso que te acompaña.
¡Cuánta es la luz que se esconde en sus entrañas!
Aunque ya no haya motivos para rasgarse las ropas: La música es bálsamo o droga.
Un abrazo que viene del más allá para
hacer del peso de las heridas y la muerte
una tragedia más llevadera a tus g(h)uesos.
¡Podrías deshacerte en sus acordes infinitos!
Volver al estanque y empapar tu cuerpo en vida.
Girar por la estancia mientras escapas de la terrible brevedad
del tiempo y los mareos. De las canicas que resbalan por el suelo.
O de todas aquellas lágrimas que encerraste en cristal.