9 de noviembre de 2015

Nocturnidad

El olor a tabaco tapado por colonia sin demasiado éxito. Cantar de madrugada. Arrancarte en la calle y palmearlo todo. Este extraño que te dice "Sois geniales" Esta sensación algo angustiosa en tu interior. Entre la emoción y el desconcierto. El reflejo de tu imagen mil y una vez proyectada entre los dos espejos del garito.
La segunda adolescencia bañada con cubatas de vodka. Bailar hasta que te cansas. Hasta que te duelen los pies ¡con energía! como si se fuera acabar la vida hoy. Canciones antiguas y malas pero con la misma alegría que si fueran tu grupo favorito. El abrazo que te levanta por segundos del suelo. La reiteración de este gesto. Los bolsillos llenos de arena o el chiste hecho placa con letras metálicas en bajo relieve. Entrar en un garito en ascensor para que sean las siete otra vez y no se te haya despeinado el flequillo. Llegar a tu parada de casualidad con cierta confesión envuelta en sueño. El primer ventilador en movimiento en el anden de metro. La sensación de que a este paso no vas a crecer en la vida.

Parte 2: Desbarrar
Perder el control e incluso el criterio. Dejarse llevar con mayas rosas en caravana hacia el absurdo y sin frenos. El palillo o los coches de choque. El imán extraño y potente que tienes para juntar a lo más granado de la sociedad. La lengua que a veces podías hacértela un nudo y quedarías igual de simpático. Otra vez la luz y ahora sí que no sabes como has amanecido en casa. La música freak que cancela una fiesta. El por qué de que te sientas mejor entre ciertos colectivos. El limón de este chaval que te pisa. La escapada imprevista en taxi o aquello que comprendes dos días después.