Desde que el torito está conmigo me he vuelto mucho más reservado. Prefiero divagar con mi mascota sobre el bien y el mal que salir al mundo a convencerlo de una vez por todas que es hora de hacer algo diferente. Este día he necesitado demasiadas pastillas. Estoy nervioso. Apuntando sin balas a quién verá mi caída. Perseverancia. Tomo un puñado y lo introduzco en mi boca. Estamos en el salón de casa. El torito tumbado a la fresca en este Septiembre recuperado: " No puedo parar de escribir animalito mio. Me arden las palabras en la cabeza y no puedo ponerlas límite" Giro la tapa de otro bote. Lo miro a contraluz y me doy cuenta de que solo quedan unas pocas pastillas. Una vez abierto ingiero el contenido. Estoy escribiendo textos y gracias a los no pocos esfuerzos realizados en estos meses de atrás mi toro y yo disfrutamos de una comunicación no verbal digna de aplauso. Con ella me ofrece su opinión. "Eres bruto y desconsiderado" Eso me ha hecho saber con su lenguaje gestual hoy día. Me he defendido diciéndole que la escritura no siempre es cómoda. Que debe entenderme: "Sigo buscando torito y eso a veces conlleva salirse del tiesto. Especialmente cuando el bote de las píldoras de autoestima se ha terminado y ya es de noche para bajar a la farmacia" Su mirada me hace entender que debo buscar otra respuesta. Que la que le doy no le vale. Sabe que es una excusa para no llegar a la raíz del problema. Me toma un pie con sus pezuñas mientras da una coz a una mesa y vuelven a desparramarse por el suelo varios botes semivacios. "A veces me cuesta gestionar mis propios sentimientos ante ciertas realidades. En esos momentos tiendo a cargar contra quien menos lo merece" Llevamos horas despiertos, insomnes, no dejo de tragar pildoras para que borren de mí sensaciones incomodas. Cuando amanece dejo las letras antes que ellas me desnuden por completo. Bajo sin el toro y como un yonki a la puerta de la farmacia. Necesito nuevos suministros de mis botes salvavidas.
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