14 de septiembre de 2015

Mermelada del porvenir


 Ahora estás aquí. Mirando el tornillo que siempre está en el suelo por más que repares la mesa. Sentada a la mesa para hacer algo, que de eso se trata. Hacer para quererte. Hacer para apartar de ti lo que no te lleva a buen puerto. Y hay ciruelas y también vino. Alimentos dándote la bienvenida pero esto poco importa ahora. Y tú creyendo, ingenua, que estaba aprendida la lección y esta sangre que mancha tus bragas diciéndote que aún debes indagar algo más. Y quieres ser consciente de tal modo que tu cuerpo no te sorprenda a cada rato. Te gustaría partir de cero en este año nuevo hacia el resto de tu vida. Pero está claro que sólo estás en el inicio. Miras tu copa de vino granate y te ofreces una caricia mientras lloras ante tu imagen. Estás trabajando por llegar a ser quien eres. Y te lo haces saber para que no queden dudas. Y si ahora no lo afrontas con una sonrisa es porque este es un arduo trabajo que finalizará colmado de bienes. En las profundidades de tus abismos hay una gran piedra luminosa con la que pintarás todas las constelaciones del universo. Es hora de dirigirte hacia ella.

Parte 2: Interrogantes fronterizos
A veces te cuestionas cómo es. Qué parte has perdido o tienes de más. Pues no ves más que la desconfianza como modus operandi. Círculos cada día más cerrados y con gestos claros de trabajar lo menos posible hacía afuera. Y la duda que se te establece es ¿Cómo pretendes que algo nuevo crezca? Si lo primero que apuestas y garantizas es la duda. Si aceptas que lo desconocido será siempre algo que va a traicionarte. Y te sorprendes más aún cuando caes en la cuenta que ese círculo hermético y endogámico, que siempre te adoctrina, ha tenido que crearse en algún momento. ¿Fue el pasado un tiempo idílico donde las relaciones que comenzaban eran esperadas sin esta paranoia colectiva? Te encantaría entender, para así de paso saber si te excedes o si andas corta, porque la humanidad ha decidido vivir aislada.