Es verdad que existe la pequeña depresión postvacacional y digo lo de pequeña porque en cinco días ni estás donde te vas ni acabas de irte de donde esperabas.
Quizás porque la misma tarde que volví tuve que trabajar y reincorporarme a las obligaciones,no teniendo tiempo alguno de colocar mis recuerdos.Quizás por eso o mas simple aún, porque las palabras no siempre salen cuando una quisiera. El caso es que me ha comido la lengua el gato o me ha mordido la mano. Y es ahora, unos cuantos días después que puedo decir algo.
Decir, por ejemplo que Berlín para mí es una ciudad que se reinventa cada día. Llena de gente joven educada y cívica.Con tantos espacios verdes en medio de la ciudad que se te olvida con frecuencia que estés de veras en ella. Por no decir la cantidad de tiendas surrealistas con negocios imposibles que puedes encontrar andando por sus calles o la variedad de músicos y artistas ofreciendo su trabajo en ellas.
Cuando estuve la primera vez vine emocionada y lo cierto es que también ahora.Me gusta la sensación de poder tomarme una cerveza en la calle sin que nadie vaya a multarte.Que en la noche no haya miles de luces encendidas y así se convierta, como por arte de magia, en un escenario diferente al de la luz del día.Que aun a pesar de la ausencia de farolas,te sientas segura.Su manera de reeutilizar lo que ya no necesitan.Que la gente sea amable cuando la preguntas.Que te den dinero por reciclar las botellas, ya sean de plástico o cristal.Que tengan lugares tan particulares como Tempelholf o ese curioso observatorio americano...Pero como dirían mi hermana y Martina: No es lo mismo visitar una ciudad que vivir en ella.
