He soñado que me iba. En realidad es un sueño recurrente. He soñado con tierras que no conozco. Me iba lejos del centro de confort que es esta ciudad que tanto me ve y yo tanto conozco. No estaba claro que fuese a volver y hasta parecía una progresión lógica esta de escapar. No, no era escapar si no más bien dirigirme al futuro. Yo que nunca sueño.
Tengo un puzzle esparcido por la mesa. Quiero conseguir completarlo. Pero o bien los colores de las fichas son demasiado similares o bien se caen al suelo y las pierdo bajo el sofá: Termino el puzzle y vuelo lejos. El sueño me ha levantado con inquietud. El subconsciente me reclama una vida que no tengo pero que me resulta de lo más sugerente. Sigo el rastro de esta realidad onírica. Quiero darle caza.
Decía Henry Miller que lo asombroso de los sueños es todo lo reales que parecen. Esta noche no he estado aquí: Me encontré con la gente más pro de Nueva York en un garito cool sin igual. He posado como modelo en aquella agencia de antimodelos de Londres. He bailado hasta la última canción en el garitazo Lux a orillas del río Tajo. He terminado la velada en París. Hablando con mi gemela en una de las salas del Museo de Artes Decorativas. No podía ser otra persona y eso tiene su razón de ser. Yo que nunca sueño.
Este puzzle de posibilidades infinitas. Todos estos colores tan parecidos y esas cuatro fichas que el sofá se ha comido. Aunque consiga terminar todas estas escalas de color el puzzle seguirá incompleto.Con esos cuatro espacios minúsculos distribuidos por la imagen. Pero así es como se debe ir uno, incompleto. Para dejar espacio a lo por venir. No voy a pedir disculpas por un juego de niños.
Quizás este sueño no signifique más que una proyección sin sentido distribuida por mi mente como notas o reclamos.Imagenes de lo que la vida puede traerme. Puede que los sueños no cambien nada pero de hecho hoy me he levantado con tremendas ganas de salir volando de aquí. Después simplemente he movido el sofá para recuperar las piezas perdidas.