El rastro que dejan las cáscaras de pipas sin barrer en el suelo de parqué. Las consecuencias de ciertas acciones sin razón de ser. No sólo la neurona reblandecida tras el consumo inapropiado del alcohol. Disparar anhelos y escupir perlas sin control. A quien no debes y en repetidas ocasiones. Olvidar el exterior centrándote sólo en la carencia. Reventar el pensamiento girando siempre sobre una cuestión inapropiada. Pero también esos dos besos en plenas mejillas que te dicen que la vida es algo que no alcanzas a comprender. La anarquía del desatino o esa pequeña luz que parpadea en el centro de tu cordura. Esperar respuestas después del esfuerzo realizado. Hacerte incomprensible y jugar a no serlo. Esperar que la suerte cambie hacia vientos favorables. Decidir mantenerte en un rumbo inadecuado. Exposiciones de fotografía o de cualquier otra índole. Conquistar tu tiempo y la diferencia. El chichón que tendrás en la frente cuando te despiertes esta mañana de día festivo.
Parte 2: Hay que saber cuando se gana perdiendo.
La madurez es como la segunda adolescencia pero con chivatazos de lo ya aprendido. Y esto es salud pero también levantas el dedo corazón. Tantas cosas caben en un día y si te paras a pensarlo cada vez se dibujan más a tu antojo. Antojo de lo que la realidad presenta no aquello que presuponías que ibas a ser. Lo piensas ¡qué gracia! ahora disfrutas de tu propia autonomía. Aunque eso suponga trabajar en aspectos que nunca antes hubieses imaginado. Parar situaciones que no te llevan a ningún lugar y seguir con determinación aquello que te sale de las tripas. Puedes alegrarte, ahora tu huellas serán firmes en el pavimento del universo.