Ovejas que explotan. Siete minutos de heterosexualidad. El cerebro recogido con cinturón. El idioma que debes patentar y otros tantos minutos de pavoneo real. La cola del garito en el que al final no entras. El cartel brillante encajado entre cuerdas y corchos. Aquel bar que es de sus amigos, en una cuesta porque todo en la vida idem. Las cervezas que ahora las tomas antes de salir de casa como símbolo del buen regreso a la adolescencia. El aforo completo que siempre te deja en la calle. La tortilla brava o los callos. La evidencia de su altura y la constatación de tal obviedad. Joy division y su historia constextualizada. Ir fuera del local y mear o no. La canción de reggaeton o el perreo. El adolescente mal educado e insolente sentado enfrente de ti. El tractor lanzado a la cabeza sin filtro que valga. Su respuesta de bostezo o el aburrimiento vital. La virgen de la Macarena y su estampa. Que aquel muchacho crea que eres cristiano. Pero también la ceguera de la querencia o lo social con sus estímulos por cumplir. Que no quede claro si es mejor la compañía o la necesidad del abrazo y el mimo.
Parte 2: Mayúsculas
Campos de violencia en esta metáfora de animales salvajes. Desconcierto de la mañana ¡Que ha sido despertar ciego! Como gráfico sin bosque condenado a aguzar los sentidos. Y que el amor entre mientras el alrededor cae de varios pisos para desparramarse al tiempo de tu propio deleite. Que al final queremos abrigo que sólo nos arrope. Pero serías capaz de apuntar con el arma hacia aquello que no eres. Da igual cómo lo barnices y por cuantos años lo sustentes.Siempre tu culo eres tú. Si la música dice algo es que andamos un camino erróneo. Evidenciamos nuestro temor al vacío en este juego de intercambios. La poesía de lo natural sedada con dardos. La lucha voraz por alcanzar ciertos registros. El resquemor interior que te hace asumir tales premisas como ciertas.