En un día de luz brillante y alegre comienzas esta declaración. Y es así porque los días de lluvia no acompañan nunca a los deseos. Al menos no a los tuyos. Si el sol se asoma quizás se cumpla tu demanda. Tan improbable e inesperada que lo más lógico es que se convierta en otro anhelo sin consecuencias. Pero igual tú llamas al centro de gestiones poéticas del universo. Desde tu mente telefoneas para solicitar lo que mereces por derecho. Se lo dices a la vida porque dadas las circunstancias poco más puedes hacer. Pero sí, ahí está tu apetito y aunque parezca una locura buscarás el modo de hacerlo regresar. Aseguras que si existe un segundo momento irás a Sol o al centro de la galaxia ataviado con un maletín pequeño entre las manos y un par de zapatos preciosos. Prometes que lo harás porque entonces la vida te habrá escuchado. Y tú, como agradecido por el favor, podrás besarle los pasos al porvenir.
Parte 2: Recompensa
Loquito, diferente, excéntrico ¿Qué cosa es esa qué te hace tan especial? Tal vez sea esta obsesión por querer plasmar cada acontecimiento. A través de las palabras o la pintura o cualquiera de las ramas que conforman el arte. Quizás sea esta terca obsesión por querer mejorar. Porque tienes claro que si la evolución es hacia el tontismo y la indiferencia no hay cosa mejor que ser un raro, un loquito, un excéntrico. Tal vez sea que nunca has dejado de lado la selva amazónica que crece en tu interior ni has permitido caretas que escondan quien eres. Loquito, freak, excéntrico. Cuando después de tamaño esfuerzo por no perder tu esencia, al tiempo que pierdes contacto con la sociedad, se abren bocas ante tu conocimiento. Loquito, excentrico, aislado, gracias a ti sabemos que es la belleza.
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