Un detalle que no debe pasarse por alto en cualquier proceso narrativo es la necesidad de transmitir de forma verosímil la información que queremos hacer llegar al lector. La persona que escribe no sólo puede utilizar su intelecto desarrollando sus habilidades para hacer grandes frases muy sonoras pero insignificantes. Por tanto aquel que quiera transmitir algo atraves de esta actividad debe obligarse a leer sin descanso. Es precisamente en los libros donde el escritor podrá visionar ese terreno neutro, común al resto de los mortales,que le permitirá desarrollar sus pensamientos y pareceres. Serán estos grandes escenarios del saber aquellos apoyos necesarios para que las ideas que el escritor tiene, mayormente cojas sin esta conexión con lo común, aprendan el camino para expresar aquello que esperan decir. No para producir una copia si no más bien para estimular la imaginación que creara futuros textos. De este modo se conseguirá enganchar al lector que es sin duda el objetivo principal de cualquier novela o relato.
"He leído y esto me muestra cómo proceder para que terceros que me desconocen puedan ahondar en mis sensaciones y sentimientos" Nos encontramos ante una doble realidad que no debe pasar desapercibida. Al mismo tiempo que la lectura ofrece cultura y conocimiento también abre las puertas a escrituras posteriores porque sienta las bases de lo conocido por todos. Esto significa que el lector (por más que nos gustaría) no se encuentra en nuestra cabeza y el texto debe entenderse con igual claridad aquí que en China. Para mí que lo escribo o para la tendera del supermercado de la esquina. Deberemos, por tanto, ser lo más hábiles y precisos a la hora de expresarnos no dejando las ideas por entendidas o presupuestas.
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