Que nadie os mienta diciendo que escribir es tarea fácil. Algunas veces ocurre un colapso tal que semejante actividad se convierte en un rompecabezas sin solución. No encuentras las palabras que realmente designen aquello que quieres decir: todo suena desgastado, manido, sin interés. Comienzas miles de veces párrafos que sabes de antemano que el borrador se los tragará sin remedio. Mientras tanto el tiempo discurre con todo tipo de actividades, conflictos, tramas, que podrían ser motivo de inspiración para relatar y que sin embargo te dejan muda y manca: Es justo esta sensación la que se me viene repitiendo a lo largo de la semana. Hago tiempo para ver en qué momento todo vuelve al orden.
«Tengo miedo de escribir. Es tan peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar en lo que está oculto, pues el mundo no está en la superficie, está oculto en las raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que instalarme en el vacío. (…) Escribir es una piedra lanzada a lo hondo de un pozo» (Clarice Lispector, Un soplo de vida)
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